Comunicación Persuasiva Ericksoniana
La Genialidad de Milton Erickson en la Sanación a través de la Palabra
Actualizado el 2 de noviembre de 2023
“Me llamo Michael y no soy un robot” es la historia de un niño que consiguió mejorar su calidad de vida a través de un intervención educativa basada en comunicación persuasiva ericksoniana”
Comunicación persuasiva en procesos de transformación
Milton Erickson fue un genio de la comunicación y de las relaciones humanas.
Quizás sea bueno recordar que la relación terapéutica es una modalidad de relación humana y el Dr. Erickson la utilizaba para estimular la capacidad de auto-sanación de sus pacientes. Muchos de los que le conocieron destacan la fuerza de su presencia y su profunda capacidad de comunicarse a diferentes niveles. Tenía una profunda comprensión de la naturaleza humana y fue, no sólo médico, sino también un artista a la hora de ayudar a las personas a vivir procesos de transformación.
Su hija Betty Alice, que acompañó durante muchos años a Erickson haciendo de sujeto en las demostraciones que éste hacía de hipnosis ericksoniana, explica que, aunque han sido muy estudiados los patrones lingüísticos utilizados por su padre así como la estructura de sus relatos terapéuticos, la complejidad de sus formas comunicativas, su agudeza clínica y sus habilidades hipnóticas, muy pocos han hablado del amor que estaba tan presente en su trabajo.
Milton Erickson amaba lo que hacía y a aquellos con los que lo hacía.
Creía que las personas quieren llegar a desarrollar todo su potencial, que todos queremos “alcanzar el sol y las estrellas” aunque a veces en la vida aparezcan dificultades o limitaciones que impiden ese desarrollo natural.
Con frecuencia, utilizaba la metáfora de las flores que crecen en las grietas de las aceras: por difícil que sea el suelo en el que nace la vida, siempre es posible crecer de alguna manera.
Historia ericksoniana: Me llamo Michael y no soy un robot
Esta historia ericksoniana que le escuché explicar una vez a su hija Betty, es un bello ejemplo de cómo entendía Erickson la sanación y de su genialidad para convertir en un recurso, a través de la comunicación persuasiva, lo que empezó siendo un problema.
Betty trabajaba entonces como educadora y un día se acercó a ella un alumno que se presentó diciendo, con voz y movimientos robóticos, “Me llamo Michael y no soy un robot”. Este niño sufría varias patologías y era maltratado por otros niños que le pegaban. Algunos le preguntaban por qué hablaba y se comportaba como un robot si no lo era y él, entonces, se levantaba la camiseta y mostraba botones imaginarios en su cuerpo que, explicaba, le programaban lo que debía hacer. Eso solía provocar las burlas e incluso las palizas de los otros niños.
Betty se preguntó qué podía hacer para mejorar su vida y se dio cuenta de que conseguir que dejaran de pegarle era la respuesta a esa pregunta.
Eres un robot terrible
Betty pidió ayuda a su padre para poder mejorar la vida del niño y Erickson le dijo que al día siguiente fuese temprano a la escuela para esperarle y que, cuando él llegase, le dijera “Michael, eres un malísimo robot porque todo el mundo se da cuenta de que eres un robot y un buen robot, engaña a la gente y parece humano y yo puedo ayudarte a engañar a la gente”
Betty fue la primera persona que no intentó convencer al niño de que no era un robot.
En lugar de eso, empezaron a trabajar conjuntamente para que Michael aprendiese a ser un “buen robot” engañando a la gente con su apariencia humana. Así, secuenciaron las tareas de enseñarle a hablar a un ritmo humano, caminar, mirar y expresarse de forma humana para “engañar a la gente”. Convirtieron ese proceso en diferentes órdenes (por ejemplo, “voy a hablar a un ritmo humano”) que organizaron en varias listas:
- Aceptaré esta orden
- No aceptaré esta orden
- Necesito más tiempo
Cuando la orden estaba lista para ser aceptada, la programaban diciendo “Esta orden entrará en vigor en X minutos y seguirá indefinidamente”
A final de curso, el niño ya no recibía palizas.
Solo mejorar la vida de la persona
Betty recordaba todavía con emoción el primer momento de felicidad de Michael cuando jugó un partido en el que consiguió llegar a la 2a base. Se acercó a Betty y le dijo:
- Le he dado a la pelota
- Lo sé - respondió ella
- He llegado a la 2a base – repitió Michael
- Lo sé - repitió Betty
- ¡Soy tan feliz! – dijo entones Michael.
A veces, explicaba Betty, lo único que puedes hacer es mejorar la calidad de vida de la persona y eso, en sí, ya tiene valor, ya vale la pena. ¡Grandes Erickson!
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