Despertando la Inteligencia Inconsciente
Aprendizajes para Potenciar tu Genialidad
Actualizado el 31 de octubre de 2023
Aprendizajes para tu inteligencia inconsciente (inteligencia intuitiva) que pueden ser útiles para tu vida y para el desarrollo de tus habilidades como entrenador contador de historias que sabe mirar lejos y acompañar cerca
Pilar Morales
Mirar lejos, admirar cerca
Este es el último del conjunto de tres artículos que se inició con la historia del «hombre – mono» de la pequeña María.
En el artículo anterior “La magia del lenguaje”, te hablé de la relación de esa historia con mi visión del trainer como contador de historias y de la utilidad de dirigir la comunicación a la mente intuitiva (inteligencia inconsciente)
Hoy quiero comentar contigo la importancia de la mirada del trainer.
Dice la sabiduría popular que «los ojos son el espejo del alma» y lo cierto es que la mirada suele ser un impactante espejo en el que le devolvemos, al que miramos, el reflejo de lo que vemos en él.
Robert Dilts afirma que «creer que vamos a fracasar es la mejor técnica para llegar al fracaso» Del mismo modo, creer que alguien no es capaz es también una buena manera de ayudarle a conseguir que no sea capaz. Sin embargo, esa no es precisamente la función del formador ¿verdad?
Creyendo en la capacidad de la persona
La buena noticia es que también funciona en el sentido inverso: si creemos en la capacidad de la persona, en el merecimiento y en la posibilidad de que se produzca el aprendizaje, nuestra mirada parte de la perspectiva más amplia, adquiere esa belleza tan especial que es una mezcla de fuerza y suavidad que transmite acogida y valoración y que puede conectar a la persona con todo su potencial.
Esa es, para mí, la mirada de un buen trainer: aquella que apadrina la identidad del que ha sido mirado y la trasmite el reflejo de su valor.
¿Qué crees que transmite tu mirada?
¿Cómo crees que se sienten las personas que son miradas por ti?
Es bueno que te hagas esta pregunta como parte de tu entrenamiento personal como comunicador. También es bueno que observes la respuesta de los demás cuando son mirados por ti: esa será para ti una de las respuestas más útiles a la pregunta que te he propuesto.
Cuando yo miraba a Maria mientras ella utilizaba su inteligencia inconsciente para descubrir los “secretos” que guardaba aquel libro, podía ver en ella la capacidad de aprender, a su manera, los misterios del universo.
Para mí, cada una de aquellas mañanas era un regalo de valor infinito y vivía cada momento con la felicidad de poder asistir, admirada, al espectáculo cotidiano de su crecimiento.
Cuando, con menos de dos años, Maria eligió un libro de ciencia para mirar juntas en aquel espacio maravilloso del tiempo que dedicábamos a los cuentos, en ningún momento se me pasó por la cabeza no permitirle ver ese libro porque pensase que no era adecuado para su edad.
Si ella se hubiese aburrido con el libro, quizás hubiésemos vuelto a la biblioteca a cambiarlo por otro pero mi pequeña exploradora del universo, no se aburrió. Y me doy cuenta ahora que muchas de nuestras grandes aventuras de descubrimiento tuvieron que ver con mi mirada de admiración que no le devolvía la visión de unos límites inventados sino de una potencialidad que iría desarrollándose al ritmo sabio de la vida.
Cortando las alas a la inteligencia inconsciente
A veces, cortamos las alas del aprendizaje porque nuestras creencias nos impiden ver la potencialidad de las personas. Un buen formador debe ser capaz de mirar lejos.
Creo que era Dostoievski quien decía que, el espacio en el que escribía debía permitirle mirar lejos porque las grandes ideas se generan en espacios que permitan amplitud de visión.
Yo estoy convencida de que lo mismo ocurre con las personas. Sólo cuando vemos el potencial, estamos en la posición correcta para conectar a las personas con su talento y su genialidad.
Las miradas críticas, el espíritu enjuiciador y la visión corta son poco favorecedores para conseguir la excelencia como formadores. En su lugar, la mirada admirada, el espíritu abierto y la visión amplia favorecen que la persona desarrolle la mejor versión de sí misma.
Mirar lejos y admirar cerca… mirar lejos para conectar con toda la potencialidad y admirar cerca para transmitir al otro nuestra cercanía y nuestra valoración por lo que ya es.
Que nadie les diga que no pueden
A veces, cortamos las alas del aprendizaje porque nuestras creencias nos impiden ver la potencialidad de las personas. Un buen formador debe ser capaz de mirar lejos.
Creo que era Dostoievski quien decía que, el espacio en el que escribía debía permitirle mirar lejos porque las grandes ideas se generan en espacios que permitan amplitud de visión.
Franklin Chang es el astronauta que más tiempo ha estado en el espacio. Este doctor en Ingeniería Nuclear que ha realizado tres paseos espaciales de 16 horas creó también una importante compañía dedicada al diseño y producción de innovadores motores espaciales.
En una entrevista que concedió a Ima Sanchís explicó que, si empezase hoy sus estudios, no le aceptarían en la carrera que eligió y en la que tanto ha destacado porque su nota de corte en aquel momento sería insuficiente para conseguir el acceso.
Chang expresó su convencimiento de que cada persona tiene su tiempo y que, si a uno le cortan el camino, puede perderse mucho talento.
«Que nadie les diga que no pueden» decía este astronauta que a los cuatro años ya subía al tejado de su casa para comer naranjas y ver las estrellas.
El potencial personal
Nuestra mirada como comunicadores debe estar entrenada para ver el potencial de los niños que miraban las estrellas más allá de los jóvenes que no tienen una nota de acceso suficiente. Con esa inteligencia inconsciente que tenían de forma innata.
Cuando yo era pequeña, descubrí en mi libro de lectura una poesía que, aunque no recuerdo si comprendía su significado, tenía algo que me gustaba tanto que hizo que, a fuerza de leerla, memorizase.
Un día, entré en la cocina de mi casa y le recité a mi madre aquellos versos misteriosos que tanto me gustaban y que acababan así: «¡Cuántas veces el genio así duerme en el fondo del alma! Y una voz, como a Lázaro, espera que le diga «levántate y anda»
Mi madre me besó, sacó del monedero un billete de 100 pesetas y, en él, me enseñó la imagen de Gustavo Adolfo Bécquer y, mientras yo sostenía aquel billete y miraba aquel rostro que un día creó «mi» poesía, ella me explicó la vida de Bécquer como si fuese un hermoso cuento.
Creo que ese día me enamoré de la literatura, en la cocina de mi casa, al calor de ese espacio entrañable en el que había escuchado tantos cuentos y tantas historias en una de las voces más hermosas de mi vida: la voz de mi madre.
Como años después me pasó a mí con María, mi madre tampoco me vio demasiado pequeña para disfrutar de aquellos versos.
Ni siquiera me preguntó si los entendía. En su mirada había emoción y admiración por cómo los había recitado y los recibió como un regalo.
Años después, cuando yo enseñaba literatura, recordaba muchas veces mi primera conexión con la genialidad dormida.
Inteligencia inconsciente
La inteligencia inconsciente se refiere a las capacidades mentales y cognitivas que ocurren automáticamente y sin nuestra conciencia. Es el proceso de la mente que se encarga de realizar tareas automáticas, como respirar, digerir alimentos, regular la temperatura corporal, entre otras. Es responsable de nuestra capacidad para aprender y adquirir habilidades, sin necesidad de pensar conscientemente en ellas.
Y quizás puedas darte cuenta de que, mientras tu mente consciente (inteligencia analítica) ha seguido el hilo de esta historia, tu mente inconsciente (inteligencia intuitiva) ha podido captar los aprendizajes que puedan tener sentido para ti y que puedan ser útiles para tu vida y para el desarrollo de tus habilidades como entrenador contador de historias que sabe mirar lejos y acompañar cerca.
Creo que ese día me enamoré de la literatura, en la cocina de mi casa, al calor de ese espacio entrañable en el que había escuchado tantos cuentos y tantas historias en una de las voces más hermosas de mi vida: la voz de mi madre.
Como años después me pasó a mí con María, mi madre tampoco me vio demasiado pequeña para disfrutar de aquellos versos.
Ni siquiera me preguntó si los entendía. En su mirada había emoción y admiración por cómo los había recitado y los recibió como un regalo. Años después, cuando yo enseñaba literatura, recordaba muchas veces mi primera conexión con la genialidad dormida.
Si las historias pueden tocar el corazón de la experiencia, recuerda que, la mirada, puede tocar el corazón de la genialidad.
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